MI SOBRINO PEDRO. No puedo culpar a mi hermana cuando decidió fugarse con Augusto, el padre de Pedro. Era este un sujeto muy especial, parecía gemelo de un actor italiano de cine llamado Marcelo Mastroiani. Solo que Augusto era moreno. Bastante moreno, en su casa lo llamaban “el negro”. Aunque el negro era estudiante universitario y habiendo recibido una herencia, vivía en una bonita urbanización de Caracas, tenia un carro marca Packard, vestía como un Gardel, con sombrero del mismo color del traje y clavel en la solapa. Pero no era eso lo que lo hacia irresistible, era su don de gente y su sonrisa. No se casaron nunca, por eso mi sobrino Pedro es hijo natural. Heredó Pedro el color, el garbo y la sonrisa de su padre, la inteligencia y la sensatez de su madre. Sin embargo su fantasía, heredada posiblemente de mi, a veces se desboca y le hace parecer un orate. Ultimamente no hace más que hablar de un cachorro de perro callejera que encontró en la calle y al cual le ot